sábado, 16 de abril de 2011

Refugios

Cuando hacía frío teníamos que permanecer acostados, en ese entonces no teníamos estufa, así que preparábamos algo para comer en la cama, quizás unas tostadas o una ensalada, lo importante era que nunca faltara el té.
El tenía especial cuidado en la música, era muy detallista.
Indispensable para ambos era abrir las cortinas para que entrara una buena luz y siempre escogíamos un buen libro para leer juntos, solíamos pasar horas disfrutando de una buena literatura, era nuestra rutina.

Sin duda faltaba mucho por recorrer, mucho internamente. Tal vez la falta de sentido era el futuro para uno, tal vez el encuentro lo era para el otro. Nunca nada está totalmente dicho.

Cuando se acercaba el medio día llegaba la hora de partir, siempre llega la hora de partir.
Recuerdo que solía llegar a su casa en la mañana y también algunas noches especialmente heladas.
Espero que algún día pueda perdonarme, me gustaría pedirle perdón.

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